En el sur de la Península Ibérica se dan esporádicamente un tipo de precipitaciones denominadas «lluvias de sangre» y que en la Antigüedad se asociaban a catástrofes, hambrunas y desastres para la humanidad. Sin embargo, son debidas a un proceso explicado científicamente. El loess procedente del desierto del Sahara, en el norte de África, puede ser transportado por el viento hacia la Península Ibérica, dando lugar a calimas que al mezclarse con el agua o la humedad ambiental provocan estas precipitaciones, conocidas también por lluvias de barro.
Aquí va otra curiosidad:
Los científicos realizan sondeos verticales de los casquetes polares de la Antártida y Groenlandia. Mediante una torre de perforación se extraen muestras de hielo que pueden superar los 2 000 m de profundidad y que se corresponden con los últimos 200 000 años de clima glacial. Al analizar las burbujas de aire que contiene el hielo situado a diferentes profundidades, se pueden determinar las variaciones atmosféricas en distintas épocas pasadas. Los cambios en el CO2 y el CH4 están asociados a las variaciones de temperatura. También se pueden encontrar en el hielo cenizas volcánicas, loess, polvo, polen, y en las últimas capas aparece, cada vez en mayor cantidad, contaminación.
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